¿Hasta dónde es capaz de llegar un padre para encubrir a un
hijo que comete un delito injustificable? ¿Debe prevalecer el instinto de
protección paterna, o la lealtad a unas normas sociales que garantizan la
coherencia y la fortaleza del grupo?
Estas y otras preguntas de igual calibre surgen como dardos
durante la lectura de La cena, una novela ácida y provocadora que apunta sin
miramientos a toda una clase social acomodada de los Países Bajos y, por
extensión, de toda Europa, instalada en una inercia de autosatisfacción y
complacencia, e indiferente hacia el devenir de la generación que ha de
sucederla.
Dos parejas se han
citado a cenar en un moderno y exclusivo restaurante de Ámsterdam. Mientras
saborean el aperitivo y charlan con aparente despreocupación sobre la última
película de moda y sus planes para las vacaciones, son conscientes de que,
tarde o temprano, deberán abordar el incierto y acuciante asunto que los ha
llevado a reunirse: el futuro de Michel y Rick, sus hijos de quince años, que
según algunos indicios podrían estar envueltos en un caso de violencia grave.
Así pues, tras los postres, cuando la cena llegue a sus últimos compases, la
tensión entre los comensales habrá alcanzado su punto culminante y la cadena de
secretos y revelaciones confluirán en un final dramático en el que nadie podrá
esgrimir su inocencia.
La cena ganó el Premio del
Público y fue declarado Libro del Año 2009.
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